Conocida bajo el nombre de "la primavera de los pueblos", la revolución de 1848 estuvo protagonizada por sectores pequeñoburgueses, obreros y estudiantes. Se inició en Francia, para después extenderse por toda Europa.
Su principal causa fue el descontento de las clases populares por la negación de derechos y libertades a la que estaban sometidas, acrecentado por la crisis económica de 1847. Esta fue, al mismo tiempo, una crisis de subsistencias producida por las malas cosechas de la patata y una crisis comercial que afectó gravemente a los sectores industrial y financiero.
La revolución del 48 en Francia
En febrero, el avance de la revolución forzó la abdicación del hasta entonces rey Luis Felipe III de Orleans, proclamándose la II República francesa. El nuevo gobierno republicano, que contaba con miembros socialistas, aprobó toda una serie de medidas radicalmente progresistas para la época: implantó la jornada laboral de diez horas, estableció la libertad de asociación y la libertad de prensa, proclamó el derecho al trabajo y declaró el sufragio universal masculino. Además, se crearon toda una serie de Talleres Nacionales para reducir el paro, pero terminaron siendo un fracaso y fueron clausurados.
A partir de junio, la revolución se radicalizó. La pequeña burguesía se separó del proletariado para aliarse con la alta burguesía. De esta forma, lo que inicialmente había sido una sublevación para acabar con los últimos vestigios del Antiguo Régimen en Francia acabó convertido en un conflicto interclasista: una lucha entre la burguesía y el proletariado que se saldó con fuertes repressalias (por ambas partes).
En noviembre se aprobó una nueva constitución y en diciembre se nombró presidente de la república al sobrino de Napoleón, Luis Napoleón Bonaparte, que en 1852 mandó al traste toda reivindicación revolucionaria proclamándose emperador bajo el nombre de Napoleón III. Se dio inicio de esta manera al II Imperio Francés.
La revolución del 48 en el resto de Europa
En el Imperio Austríaco, el primer ministro Metternich se vio forzado a huir y el emperador Fernando I hubo de aceptar la formación de una asamblea constituyente. En Hungría, donde tuvieron un mayor peso las reivindicaciones nacionalistas y la revolución adquirió un claro carácter secesionista, la insurrección triunfó y, aunque el reino no consiguió la independencia, sí logró una mayor autonomía dentro del imperio.
En Alemania e Italia la revolución del 48 también adquirió un marcado sentido nacionalista. El rey Federico Guillermo IV de Prusia se vio forzado a aceptar una constitución y el establecimiento del sufragio censitario. Para los italianos, por otra parte, la revolución supuso el punto de partida del proceso de unificación.
La revolución de 1848 supuso el inicio de una progresiva democratización, así como la incorporación de la clase trabajadora a la lucha política. El proletariado comenzó a adquirir conciencia de clase y se constituyó como un movimiento autónomo separado de los intereses burgueses.
La revolución del 48 en el resto de Europa
En el Imperio Austríaco, el primer ministro Metternich se vio forzado a huir y el emperador Fernando I hubo de aceptar la formación de una asamblea constituyente. En Hungría, donde tuvieron un mayor peso las reivindicaciones nacionalistas y la revolución adquirió un claro carácter secesionista, la insurrección triunfó y, aunque el reino no consiguió la independencia, sí logró una mayor autonomía dentro del imperio.
En Alemania e Italia la revolución del 48 también adquirió un marcado sentido nacionalista. El rey Federico Guillermo IV de Prusia se vio forzado a aceptar una constitución y el establecimiento del sufragio censitario. Para los italianos, por otra parte, la revolución supuso el punto de partida del proceso de unificación.
La revolución de 1848 supuso el inicio de una progresiva democratización, así como la incorporación de la clase trabajadora a la lucha política. El proletariado comenzó a adquirir conciencia de clase y se constituyó como un movimiento autónomo separado de los intereses burgueses.
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