La revolución industrial fue un proceso de crecimiento continuo y acelerado de la economía que transformó todos los ámbitos de la vida humana como no lo había hecho ningún otro acontecimiento o proceso histórico desde el Neolítico.
La economía anterior a la revolución industrial recibe el nombre de economía preindustrial. Estaba basada en la agricultura y la ganadería y, en ella, la energía principal era la fuerza muscular (ya fuese humana o animal). La economía posterior a la industrialización, por otra parte, recibe el nombre de economía industrial. En ella, la industria tiene un peso muy importante (dejando el sector primario de representar el grueso de la economía) y el trabajo se realiza mediante máquinas que se alimentan de otras fuentes de energía (distintas a la muscular).
La revolución industrial se inició en Gran Bretaña. Pero ¿por qué?
En primer lugar, las revoluciones políticas que se habían producido en la isla a lo largo del siglo XVII habían acarreado profundos cambios. Se había llegado a una sociedad de clases, establecido la propiedad privada de la tierra y conseguido gran cantidad de libertades para la burguesía.
También hay que tener en cuenta el enorme poderío naval de los británicos, que les confería el control sobre numerosas rutas comerciales oceánicas. La acumulación de capital procedente del comercio colonial y la posterior inversión de dicho capital en la agricultura y la industria fueron, sin lugar a dudas, factores que contribuyeron enormemente al estallido de la revolución.
Por otra parte, Gran Bretaña cuenta con toda una serie de ventajas naturales que facilitaban y abarataban el transporte fluvial y marítimo. La presencia de abundantes yacimientos de carbón en la isla también facilitó el inicio de la industrialización.
Por último, se ha de destacar la revolución agraria protagonizada por los británicos a partir de mediados del siglo XVII como una de las principales causas del estallido de la revolución industrial en Gran Bretaña. Se habían impulsado sistemas de rotación trienal de los cultivos y se había desarrollado nueva maquinaria. Estos y otros avances habían llevado a la aparición de la figura del agricultor empresario, que obtenía de sus tierras grandes beneficios empleando, gracias a la mecanización del medio rural, muy poca mano de obra. Con las nuevas máquinas se requerían muchos menos jornaleros para trabajar la tierra y, a menudo, los que se quedaban sin trabajo emigraban a la ciudad en busca de un furo mejor, donde con frecuencia encontraban trabajo la incipiente industria. Es lo que se conoce como éxodo rural. De esta forma, el campo británico iba dejando paso a la ciudad y, el sector primario, al secundario.
Esta revolución agraria había dado lugar a un aumento de la producción de alimentos que, junto con avances médicos e higiénicos y un aumento de la natalidad, había comportado una importante revolución demográfica: la población británica había aumentado de forma considerable. Si en 1700 rondaba los cinco millones y medio de personas, para 1800 había alcanzado los nueve. Sin duda, este aumento poblacional contribuyó en gran medida a que se produjese la industrialización.
Esta revolución agraria había dado lugar a un aumento de la producción de alimentos que, junto con avances médicos e higiénicos y un aumento de la natalidad, había comportado una importante revolución demográfica: la población británica había aumentado de forma considerable. Si en 1700 rondaba los cinco millones y medio de personas, para 1800 había alcanzado los nueve. Sin duda, este aumento poblacional contribuyó en gran medida a que se produjese la industrialización.
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