sábado, 22 de septiembre de 2018

Ciencia y religión

La Iglesia fue, durante los casi diez siglos que duró la Edad Media, una de las organizaciones más poderosas de Europa. Sus miembros (si bien es cierto que algunos miembros del bajo clero disponían de poco más de lo necesario para vivir) conformaban una parte importante de la reducida clase privilegiada que oprimía al resto de la sociedad. Por aquel entonces, cualquier pregunta que pudiese hacerse el hombre (el porqué de los fenómenos naturales, el origen del universo o del ser humano, cuestiones de carácter existencial...) tenía su respuesta teológica. La religión daba explicación a todas esas cuestiones y el pueblo, analfabeto, creía todas las explicaciones.

Sin embargo, en el Renacimiento, cuando la cultura y el conocimiento comenzaron a extenderse y difundirse por todo el pueblo y la ignorancia y la incultura desaparecieron de entre unos pocos ciudadanos (sobre todo de entre la burguesía de las incipientes ciudades), algunas personas (pocas en comparación con el conjunto de la sociedad) comenzaron a plantearse la veracidad de esas explicaciones teológicas que durante tanto tiempo se habían considerado ciertas, y comenzaron a buscar otras explicaciones alternativas a las mismas cuestiones, pero basadas en la lógica y la razón. Así, la ciencia y la filosofía comenzaron a separarse de la fe y la religión.

Este fenómeno creció durante varios siglos, y una de sus fases de mayor apogeo fue sin duda la época de la Ilustración, durante la cual se produjo una importante revolución científica. 

Hoy en día, la ciencia da explicación a cómo funcionan casi todas las cosas del universo, por qué funcionan así y cuál es el origen de las mismas. La religión, en cambio, a acabado dando explicación a preguntas existenciales para las que la ciencia no tiene respuesta: ¿cuál es el sentido de la vida? ¿qué hay después de la muerte?

De esta forma, hoy en día religión y ciencia no son incompatibles, sino complementarias, ya que responden a preguntas diferentes (no como antaño). De hecho, la Iglesia está de acuerdo con las ideas de la ciencia moderna y las acepta.

Por último, he de decir que, cuando uno ahonda en las profundidades de la ciencia, descubre que el universo (y la vida) es un sistema extremadamente complejo, preciso y perfecto; se asombra al pensar que algo tan complejo funcione de una forma tan precisa, y le cuesta creer que todo sea obra del azar y de la libre interacción entre unos cuantos elementos químicos.

(bueno: libre, libre, lo que es libre, no. Esas interacciones obedecen rigurosamente a las leyes de la química y, en última instancia, de la física. Del Universo. Pero ¿por qué esas leyes son las que son y no otras? ¿Hasta que punto estamos seguros de que esas leyes son estáticas? (es decir: ¿pueden variar con el tiempo?).  

viernes, 21 de septiembre de 2018

Consecuencias de la Primera Guerra Mundial

En la Gran Guerra se produjo la mayor mortalidad en un conflicto hasta ese momento: diez millones de personas perecieron.

Europa perdió su hegemonía política y económica, dejando de dominar el mundo. El declive europeo contrasta con el auge de potencias como Japón o Estados Unidos. 

Otra consecuencia de la Primera Guerra Mundial fue la democratización de los pueblos: cuando acabó la guerra, hubo que reestablecer el orden en Europa y, para ello, reconstruir países enteros  y establecer de nuevo en ellos un sistema político, económico y social. Demócratas de todo el mundo aprovecharon para convertir en democracias sus respectivos países e implantar en ellos el sufragio universal. Esto se consiguió en muchos países, que se sumaron a los ya democráticos.

El mapa de Europa se vio completamente transformado: desaparecieron grandes imperios, surgieron nuevos países, se modificaron las fronteras...

No podemos dejar de mencionar el nuevo papel de la mujer: la movilización de varones para acudir al frente obligó a las mujeres a entrar en el mundo laboral y realizar las tareas que hasta entonces solo habían realizado los hombres. Las trabajadoras demostraron ser igual de eficientes que los trabajadores. Aparecieron las sufragistas, partidarias del derecho a voto de la mujer. El razonamiento es el siguiente: si la mujer es tan válida como el hombre para cualquier cosa (como se ha demostrado durante la guerra), ¿por qué solo ellos han de tener derecho a voto?

La Paz

LOS CATORCE PUNTOS DE WILSON

Fueron formulados por el presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, en enero de 1918. En ellos, Wilson señala los principios que, a su parecer, habían de regir la ordenación en Europa tras la guerra.

Ideas básicas:
          Libertad de navegación y comercio
          Derecho de los pueblos a la autodeterminación
          Fin de la diplomacia secreta (culpable del estallido de la guerra)
          Fundación de una Sociedad de Naciones para la solución pacífica de posibles futuros conflictos           entre países.


LOS TRATADOS DE PAZ

La petición de armisticio alemana del 11 de noviembre de 1918 iba dirigida a Wilson. Alemania tenía la esperanza de poder negociar con él una paz benigna.
No obstante, en las negociaciones de paz prevaleció la postura francesa, mucho más intransigente que la del presidente americano.
Rusia no participó en las negociaciones y fue tratada como perdedora.

Se conoce bajo el nombre de Paz de París al conjunto de negociaciones y tratados que, firmados en París entre 1919 y 1920, estipulaban las condiciones que se impondrían a cada uno de los derrotados.
Destacan:

El Tratado de Versalles: estableció la paz con Alemania, obligando al país germano a asumir las responsabilidades de la guerra. Alemania debía devolver Alsacia y Lorena a Francia, pero no solo perdía esos territorios: hubía de entregar todas sus colonias y ceder el conocido como Pasillo de Danzig a Polonia, país que de esta manera lograba tener salida al mar báltico. Además, se impuso a Alemania la desmilitarización de Renania y se la obligó a reducir su arsenal y su ejército. Lo más destacable: debía pagar compensaciones a los aliados por los daños causados. De esta forma, Alemania contrae una gran deuda, por lo que su economía se resiente.

Tratados de Saint- Germain y Trianon: suponen la paz con el Imperio austrohúngaro. Tras la primera guerra mundial, este se desintegra: nace Checoslovaquia, Hungría y Austria quedan reducidos a pequeños estados sin salida al mar, y el resto del Imperio queda repartido entre Serbia (Yugoslavia), Rumanía, Italia y otros países.

Tratado de Sèvres: es el acuerdo de paz con el Imperio otomano. Este desaparece tras la Gran Guerra y es sustituido por una república. Los territorios árabes quedan repartidos entre Reino Unido y Francia.


jueves, 20 de septiembre de 2018

Desarrollo de la Primera Guerra Mundial

1914. GUERRA DE MOVIMIENTOS. GUERRA RELÁMPAGO

Tras el asesinato en Sarajevo del 28 de junio de 1914, Alemania incitó al Imperio austrohúngaro a declarar la guerra Serbia. Los alemanes veían aquí la posibilidad de enfrentarse a Rusia, aliada serbia, antes de que fuese demasiado tarde.

Austria-Hungría cedió ante las sugerencias alemanas y dio un duro ultimátum a Serbia, un documento con toda una serie de puntos que el país báltico debía acatar si quería evitar la guerra. Serbia aceptó casi todos los puntos de la resolución, rechazando solo unos pocos. El Imperio austrohúngaro consideró esto razón suficiente para declarar la guerra a Serbia y comenzar a movilizar sus tropas.
A continuación, como fichas de dominó, se sucedieron toda una serie de ultimátums y declaraciones de guerra entre los países de Europa. Rusia dio un ultimatum a Austria-Hungría exigiéndole que desmovilizase sus tropas, reclamación que el imperio ignoró. Como consecuencia, Rusia le declaró la guerra a Austria-Hungría y comenzó a movilizar su ejército.
Y vuelta la mula al trigo: Alemania dio un ultimátum a Rusia exigiéndole que desmovilizase sus tropas, reclamación que el imperio ignoró. En consecuencia, Alemania le declaró la guerra a Rusia y comenzó a movilizar su ejército.

Manteniéndose fieles a los acuerdos de la Triple Entente, Reino Unido y Francia se posicionaron a favor de Rusia y Serbia. La Triple Alianza, por su parte, recibió un duro golpe cuando Italia se retiró del pacto.

El resultado fueron dos bloques en guerra: Reino Unido, Francia y Rusia (los aliados) cont
Alemania actuó de acuerdo al Plan Schlieffen: atacarían primero a Francia por sorpresa atravesando Bélgica (los franceses esperaban que las tropas alemanas penetrasen por la frontera) y ocuparían el país galo en menos de seis semanas. De esta forma, desactivarían el frente occidental antes si quiera de que a Rusia le hubiese dado tiempo a movilizar todas sus tropas, y podrían concentrar todas las fuerzas en el frente oriental.

No obstante, el plan fracasó. El contraataque de los franceses y la intervención británica paralizaron el avance alemán en el río Marne.


1915-1917. GUERRA DE POSICIONES. GUERRA DE TRINCHERAS

Aparecen nuevos beligerantes: Italia y Rumanía se suman al bando aliado, mientras del lado de las potencias centrales se unen  Bulgaria y el Imperio Otomano. Si bien ninguna de las distintas ofensivas de los aliados contra este último país dio resultado, el alentar una rebelión árabe contra los turcos sí lo hizo.

En el frente occidental se producía una situación de estancamiento. Se cavaron largos kilómetros de trincheras, zanjas defensivas que permitían disparar a cubierto del enemigo. La contienda se convirtió en una guerra de desgaste basada en el bombardeo continuo del enemigo. Las ofensivas apenas lograban avanzar unos kilómetros o metros al coste de masacres sin precedentes, como la de Verdún, la del Somme o la de Ypres. 

Dado que las tropas de tierra no eran un medio efectivo a la hora de eliminar al enemigo hacinado en su trinchera (la mayor parte del pelotón fallecía masacrado a balas en su intento de cruzar la tierra de nadie), se intentaron otros métodos. Sin que estas matanzas baldías dejasen de producirse, se desarrollaron la aviación militar, el armamento químico (por ejemplo, el gas mostaza), los tanques y vehículos acorazados, las ametralladoras y los cañones de largo alcance. 

En 1917, la revolución rusa dejó a este país fuera de la guerra mundial. El recién llegado al poder Lenin firmó con Alemania la paz de Brest-Litovsk. El mismo año, Estados Unidos declaró la guerra a Alemania y entró en la contienda en favor de los aliados. El hundimiento del Lusitania, un barco americano, por parte de un submarino alemán, había sido la gota que colma el vaso de una serie de ataques submarinos indiscriminados. A Estados Unidos le interesaba contribuir a la victoria de los aliados, pues había prestado grandes cantidades de capital a estos países, cantidades que no les serían devueltas si perdían la guerra. 


1918

Alemania juega su última baza: una gran ofensiva en Francia que no da resultado. Mientras tanto, la situación en la retaguardia alemana es grave: hay un cansancio general hacia la guerra y se producen numerosas revueltas y sublevaciones de obreros y soldados que desembocan en la formación de consejos revolucionarios, similares a los soviets rusos.
Ante la inminencia del colapso, el ejército alemán da la guerra por perdida. El káiser abdica, se proclama la república y el 11 de noviembre, Alemania pide un armisticio.


sábado, 15 de septiembre de 2018

Causas del estallido de la Primera Guerra Mundial

Empecemos por las causas lejanas:

LAS POLÍTICAS DE ALIANZAS

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Otto von Bismarck
Tras la unificación de Alemania, el objetivo del primer ministro alemán Otto von Bismarck pasó a ser el de aislar diplomáticamente a Francia para evitar su revancha por la pérdida de Alsacia y Lorena en la guerra franco-prusiana de 1870-1871. Para ello, creó toda una serie de sistemas de alianzas. El primero, conocido como Entente de los Tres Emperadores, fracasó. El segundo, la llamada Triple Alianza, incluía a Austria e Italia. Además de aliarse con estos dos países, Bismarck consiguió el apoyo de Rusia y, a cambio de la promesa de que Alemania no se lanzaría a la carrera colonial, la garantía de neutralidad de Gran Bretaña. El aislamiento diplomático de Francia se estaba logrando con éxito.

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Guillermo II
No obstante, en 1890 el nuevo káiser, Guillermo II, apartó a Bismarck del poder. Sus torpes políticas llevaron al país a perder tanto el favor ruso como la promesa de los británicos de permanecer neutrales ante cualquier conflicto entre Francia y Alemania (pues Guillermo II inició la construcción del imperio colonial alemán). Y lo que es peor: estos dos países, Rusia y Reino Unido, se aliaron con Francia en la conocida como Triple Entente (1907). Los complicados malabarismos diplomáticos de Bismarck no habían servido para nada.

De esta forma, Europa quedó dividida en dos bloques enfrentados: la Triple Alianza (Alemania, Austria e Italia) y la Triple Entente (Francia, Rusia y Reino Unido). El escenario ideal para el estallido de una guerra a gran escala.




LAS RIVALIDADES Y TENSIONES ENTRE POTENCIAS DE AMBOS BLOQUES 

Entre Francia y Alemania existía una importante rivalidad colonial en África. Otro foco de enfrentamiento entre ambas potencias lo constituían los territorios de Alsacia y Lorena, arrebatados por los alemanes a los franceses en la ya mencionada guerra franco-prusiana.

También había tensiones entre Austria y Rusia, sobre todo por el control de la zona de los Balcanes. Estas se debían a la intención de los nacionalistas de Serbia, aliado ruso, de crear una Gran Serbia que abarcase toda la península balcánica. Península en la que los austríacos ya tenían algunos territorios y hacia la que estaban interesados en ampliar su imperio.

Tampoco se ha de pasar por alto el antagonismo existente entre Alemania y Reino Unido, debido fundamentalmente a la lucha por el control de rutas comerciales y marítimas. Dicho antagonismo se manifestó en una frenética carrera armamentística entre ambos países: Alemania aspiraba con empeño a tener un ejército, una flota y un armamento mejores que los de Reino Unido, y viceversa.

Incluso existían rivalidades entre potencias del mismo bloque: por ejemplo, la India y la península de Crimea eran focos de conflicto para Reino Unido y Rusia.

Buena parte de las tensiones existentes entre las grandes potencias decimonónicas se reducían a rivalidades coloniales. No se ha de olvidar que, para finales del siglo XIX, la mayor parte de los países europeos habían construido su propio imperio colonial en ultramar. Estas colonias les proporcionaban materias primas, mano de obra barata, mercados en los que vender sus productos y, en ocasiones, el control sobre rutas comerciales estratégicas. Además, la posesión de colonias concedía prestigio a la nación.


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Los cambios suscitados por la segunda revolución industrial habían propiciado la aparición de una nueva forma de capitalismo: el gran capitalismo o capitalismo financiero. Gracias a numerosos avances tecnológicos (como la aparición de la producción en serie) se redujeron los costes y se aceleró el ritmo de fabricación. Ahora se producía mucho más, y había que dar salida a toda esa producción. Para ello, lo primero que se hizo fue bajar los precios de los productos, de tal forma que estos fuesen asequibles para un mayor número de personas (incluso para la clase obrera, pues representaba un porcentaje importante de la población), lo cual fue posible gracias a que se habían reducido los costes de producción.


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Pero, aun así, no se conseguía vender la mayor cantidad posible de las abundantes mercancías producidas por las numerosas fábricas. Así que hubo que intentarlo en el extranjero; en países donde no hubiera fábricas y en los que todavía hubiese personas sin vestido ni calzado. Por ejemplo, países de África. Así, el gran capitalismo fue una de las principales causas que llevaron a los países europeos a adoptar esa política de expansión colonial de finales del XIX que se conoce bajo el nombre de Nuevo Imperialismo.

No obstante, ningún país llegaba a tener nunca bastantes colonias. Cuantas más colonias poseía, más materias primas podían traerse a la metrópoli, más podían a su vez producir las fábricas y más colonias se necesitaban: más regiones en las que poder dar salida a las mercancías masivas.
Pero llegó un punto en que el mundo quedó completamente repartido entre las naciones europeas, por lo que la única forma que tenía un país de ganar colonias era arrebatándoselas a otro país. Ello nos lleva directamente a la siguiente causa del estallido de la guerra.


EL AMBIENTE BELICISTA

Había entre buena parte de los europeos un sentimiento generalizado de que se debía ir a la guerra (pues todos estaban convencidos de que su país sería el vencedor). Esto facilitó sin duda el estallido de la contienda, pues difícilmente un jefe de estado enviaría a su pueblo a la guerra si este se opusiera rotundamente a ello. Sobre todo en la Europa de finales del siglo XIX y comienzos del XX, pues muchos de los países del continente eran entonces regímenes liberales o democráticos.

El periodo de tiempo anterior a la Primera Guerra Mundial, durante el cual hubo un enorme ambiente belicista y mucha tensión internacional, recibe el nombre de Paz Armada (1880-1914).



Ahora hablemos de las causas inmediatas de la guerra:

LA CRISIS DE LOS BALCANES
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Liga Balcánica

En la península de los Balcanes había, a finales del siglo XIX, intereses cruzados. Por un lado, el Imperio austrohúngaro la veía como una zona estratégica por la que expandirse hacia el Mediterráneo. En el país báltico de Serbia, por otra parte, los sectores nacionalistas ansiaban la formación de una Gran Serbia que ocupase toda la península. No obstante, lo remarcable aquí no son las intenciones de estos nacionalistas sino el hecho de que los serbios contaban  con el apoyo de Rusia. Por último, el Imperio turco también tenía la intención de expandirse por la zona.
En 1908, el Imperio austrohúngaro se anexionó Bosnia-Herzegovina, lo cual no hizo sino acrecentar enormemente la tensión en la región. En 1912 se formo la Liga Balcánica, una alianza entre países de la península apoyada por Rusia. Esta liga se enfrentó a Turquía en lo que se conoce como la primera guerra balcánica (1912-1913), resultando vencedora. A partir de ese momento, los turcos dejaron de suponer una amenaza en la zona.

En la segunda guerra balcánica, Serbia y Rusia se enfrentaron al resto de la Liga. Su victoria permitió duplicar la presencia rusa en la península.


EL ASESINATO EN SARAJEVO

El heredero al trono austrohúngaro, Francisco Fernando de Austria, fue asesinado en su visita a Sarajevo de 1914 por nacionalistas serbios. Como consecuencia, Austria-Hungría envió un ultimátum a Serbia. La Primera Guerra Mundial estaba a punto de comenzar.

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miércoles, 12 de septiembre de 2018

La Segunda Revolución Industrial y el Gran Capitalismo

La Segunda Revolución Industrial tuvo lugar entre los años ochenta del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Se caracterizó por el descubrimiento de nuevas fuentes y formas de energía (como el petróleo y la electricidad) y la aparición de nuevas potencias industriales como Estados Unidos, Alemania y Japón. Se produjeron importantes avances en la industria siderúrgica y se desarrollaron las industrias eléctrica y química, inexistentes hasta ese momento. Proliferaron nuevos medios de transporte, como el automóvil, el avión o la locomotora eléctrica, y se produjeron notables avances en las comunicaciones, con invenciones como la radio y el teléfono.

Tras la grave crisis económica que asoló a Europa entre 1873 y 1898, el capitalismo se reinventó. Surgió así lo que se conoce como Gran Capitalismo: se generalizaron los procesos de concentración empresarial, formándose grandes compañías que monopolizaron los mercados; surgió la fabricación en serie, que abarataba mucho los costes de producción; y se generó una sociedad de consumo. Este Gran Capitalismo sería, como veremos más adelante, una de las causas del estallido de la Primera Guerra Mundial.

Imperialismo

A mediados del medievo, los vikingos alcanzaron el litoral de lo que hoy es Canadá y fundaron en él algunos asentamientos. No obstante, no fue hasta la llegada de la edad moderna y el descubrimiento de América en  cuando los distintos reinos europeos empezaron a marchar con sus barcos a la conquista del mundo. Españoles, portugueses y británicos tomaron la iniciativa comenzando a colonizar el continente americano.

Entre 1519 y 1521 y con el apoyo de alrededor de doscientos mil aliados amerindios, el extremeño

Hernán Cortés derrotó al Imperio azteca y conquistó México. Francisco Pizarro venció al Imperio incaico en 1531, conquista que se convertiría en el Virreinato del Perú.


Barcos españoles también llegaron a Asia: en 1521, el explorador portugués Fernando de Magallanes llegó a lo que hoy conocemos como Islas Filipinas, al suroeste de China, y tomo posesión de ellas para España. El imperio español sería la mayor potencia del mundo durante el siglo  XVI.



En el siglo XVII, franceses y holandeses se unieron a la aventura colonial. En 1614, el holandés Peter Minuit compró la isla de Manhattan a los Lenape por 24 dólares y los neerlandeses fundaron en ella el asentamiento de Nueva Ámsterdam, especializado en el comercio de pieles. En 1664, los ingleses conquistaron la ciudad y la rebautizaron como Nueva York, en honor al duque de York y Albany.

La victoria de las fuerzas de la Compañía Británica de las Indias Orientales en la batalla de Plassey, en 1757, abrió la provincia india de Bengala al dominio británico; y los ingleses llegaron a Australia en 1788, fundando Nueva Gales del Sur. El imperio británico sería la potencia hegemónica durante los siglos XVII y XVIII.


Este movimiento imperialista iniciado por los europeos hacia el final de la edad media se vio enormemente potenciado por la revolución industrial, dándose inicio en el siglo XIX a lo que se conoce como "Nuevo Imperialismo": buena parte de las potencias europeas adoptaron entonces una política de expansión colonial,  centrada fundamentalmente en el único continente que quedaba aún por ocupar: África. De esta forma, muchos de estos países construyeron grandes imperios coloniales en ultramar.

Ente las causas de que tal cosa ocurriese cabe destacar la superioridad económica, tecnológica y organizativa que la revolución industrial había concedido a los europeos. La posesión de colonias daba prestigio a la nación y le proporcionaba materias primas, grandes cantidades de mano de obra barata y nuevos mercados en los que vender los productos fabricados en la metrópoli. Además, algunas colonias tenían una posición estratégica que permitía el control de importantes rutas comerciales marítimas. Todo ello incentivaba a los países de Europa a lanzarse a la carrera  colonial. 

He a continuación una lista de los imperios decimonónicos más notables.


La Inglaterra victoriana

Es el nombre que se le da a la Inglaterra de entre 1837 y 1901, cuando reinaba en ella Victoria I. Se trata de un periodo de la historia inglesa caracterizado por la estabilidad política y la prosperidad económica. Inglaterra seguía siendo esa gran potencia territorial, política y económica que dominaba el mundo. Entre las posesiones británicas se encuentra Canadá, la India, Ceilán, Australia, Nueva Zelanda, Tasmania, Egipto, Hong Kong, Jamaica, Chipre... La presencia británica en África se iría incrementando progresivamente, con adquisiciones como Nigeria o Somalia.
Uno de los principales problemas a los que hubo de hacer frente el gobierno inglés durante la época victoriana fue el nacionalismo irlandés



Francia

En 1848, Napoleón III había dado un golpe de estado y proclamado el II Imperio Francés. Este atravesó dos etapas claramente diferenciadas: una primera muy autoritaria y otra segunda en la que se concedieron mayores libertades y se aprobaron algunas reformas.

El II Imperio Francés tocó su fin en 1870, año en que se proclamó la III República francesa. Esta atravesó una primera fase de gobierno conservador, seguida de un segundo de carácter más reformista y democratizador  durante el que se estableció el sufragio universal y masculino se aprobó legislación social y obrera. La República entabló una guerra con Prusia y la perdió.



El II Reich Alemán

Para finales del siglo XIX, Alemania había experimentado una rápida industrialización  que la había posicionado como la mayor potencia continental.

Tras la unificación, el objetivo del primer ministro alemán, Otto von Bismark, pasó a ser el de aislar diplomáticamente a Francia para impedir su revancha por la pérdida de Alsacia y Lorena en la guerra franco-prusiana (1870-1871). Para ello, Bismark creó toda una serie de sistemas de alianzas. Tras el fracaso del primero, conocido como Entente de los Tres Emperadores (que incluía a Alemania, el Imperio Austro-húngaro y Rusia); Bismark formó un segundo: la Triple Alianza, entre Alemania, Austria e Italia. Además, el prusiano consiguió el apoyo de Rusia y la garantía de neutralidad de Reino Unido (esta última, a cambio de la promesa de que Alemania no se sumaría a la carrera colonial que estaba teniendo lugar en África).

No obstante, Bismark fue apartado del poder en 1890 por el nuevo káiser, Guillermo II, quien envió a Alemania a la construcción de su propio imperio colonial, destruyendo el sistema de alianzas construido por el ex-primer ministro.



El Imperio Austrohúngaro

Los Habsburgo eran una legendaria dinastía europea que, en su momento de mayor esplendor, había llegado a dominar más de medio continente y a controlar posesiones en América y Asia. Se decía que en el imperio de Carlos I de España y V de Alemania (1500-1558), un Habsburgo, no se ponía el sol. No obstante, desde 1700 los dominios de la Casa de Habsburgo se limitaban al nada desdeñable Imperio Austríaco. Este se extendía por las actuales Austria, República Checa, Eslovaquia, Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia y Hungría. Precisamente, las constantes reivindicaciones nacionalistas de los húngaros, que habían dado lugar a una violenta revolución en 1848, hubieron de solucionarse mediante el Compromiso Austro-húngaro de 1867, en el que se reconocía al Reino de Hungría como una entidad autónoma dentro del imperio, de igual importancia y jerarquía que Austria. De esta manera se fundaba el Imperio Austrohúngaro, una monarquía dual en la que el emperador de Austria ostentaba también el titulo rey de Hungría. Francisco José I de Austria (otro Habsburgo) ocuparía ambos cargos hasta 1916. 

Aunque las reivindicaciones nacionalistas no cesaron (no solo los húngaros reivindicaban una mayor autonomía en un estado tan caracterizado por su enorme diversidad étnica y plurinacionalidad), el compromiso del 67 alivió temporalmente las tensiones internas del imperio y concedió a los Habsburgo un cierto respiro en lo referente a política interior. Ahora su atención se centraba en la zona de los Balcanes, donde complicadas tensiones los enfrentaban al mismísimo Imperio Ruso.



El Imperio Ruso

Otra casa de renombre era la dinastía Romanov, que había accedido al trono de Rusia en 1613 y se había mantenido desde entonces en el poder.

El Imperio ruso era, a finales del siglo XIX, un gigante territorial y demográfico muy atrasado desde el punto de vista social, político y económico. Para empezar, era la única gran potencia que no contaba con un régimen parlamentario. Además, la servidumbre de los campesinos no fue abolida hasta 1861. Estos son sólo algunos ejemplos.

A finales del siglo, Rusia emprendió una rápida industrialización que provocó graves tensiones sociales. El signo más visible de la modernización fue la construcción de ferrocarriles como el transiberiano, que unía Moscú con el Pacífico.

Las ambiciones del Imperio ruso se dirigían hacia Europa Oriental, Asia Central y Extremo Oriente. En la primera de estas zonas su expansión chocaba con la de austriacos y turcos, mientras que en las otras dos suscitaba el recelo de británicos y japoneses.

El Imperio turco-otomano 
De gran extensión, se trataba de un régimen teocrático encabezado por el sultán, la máxima autoridad política y religiosa: todo un anacronismo a finales del siglo XIX. Con graves problemas de nacionalismo (árabes, bálticos...), el despotismo del sultanato resultó en episodios tales como el genocidio armenio.

miércoles, 5 de septiembre de 2018

Las ideologías obreras

Antes de la Revolución Industrial, toda la fabricación de bienes y productos recaía en manos de los artesanos. Se organizaban en gremios, asociaciones surgidas en la edad media  que aún perduraban a finales del siglo XVIII. Los artesanos vivían entregados a su actividad y, aunque difícil, mantenían la esperanza de poder alcanzar, quien sabe, algún día, el grado de maestro. Ello requería años y años de aprendizaje y trabajo arduo en los que adquirir una gran destreza dentro del oficio.

Con las nuevas máquinas, no obstante, todo cambió por completo. Una máquina de hilar, por ejemplo,  podía ser manejada por unas pocas personas sin preparación, y era capaz de realizar más trabajo que el hasta entonces llevado a cabo  por cien tejedores expertos en el oficio. Así lo explica el gran Ernst H. Gombrich en su Breve Historia del Mundo (1999):
¿Qué harían ahora los tejedores de una ciudad si, de pronto, se instalaba allí una de esas máquinas? Ya no se les necesitaba. Lo aprendido en un trabajo de años como aprendices y oficiales resultaba totalmente superfluo; la máquina lo hacía más rápido, y hasta mejor, e incomparablemente más barato, pues no necesita comer ni dormir como una persona. No le hace falta descansar jamás. El fabricante, con su máquina, se ahorraba o podía emplear en provecho propio todo lo que habrían necesitado cien tejedores para llevar una vida feliz. Sin embargo, ¿no necesitaba también él trabajadores para hacer funcionar la máquina? Sin duda. Pero, en primer lugar, muy pocos; y en segundo, sin ninguna preparación.
Pero, sobre todo, hubo algo más: los cien tejedores de la ciudad se quedaron ahora sin empleo. Morirían de hambre irremediablemente, pues su trabajo lo realizaba una máquina. No obstante, como es natural, antes de morir de hambre junto con su familia, una persona está dispuesta a todo. Incluso, a trabajar por una cantidad de dinero increíblemente escasa, con tal de recibir cualquier cosa para seguir viviendo y trabajando. Así, el fabricante dueño de las máquinas podía llamar a los cien tejedores hambrientos y decirles: «Necesito cinco personas que atiendan mis máquinas y mi fábrica. ¿Por cuánto dinero lo haríais?». Aunque hubiese en ese momento alguien que respondiera: «Quiero una cantidad que me permita vivir tan feliz como antes», es posible que otro dijese: «Me basta con poder comprar cada día una rebanada de pan y un kilo de patatas». Y un tercero, al ver que éste le arrebataba su última posibilidad de vivir, afirmaría: «Lo intentaré con media rebanada de pan». Y cuatro más añadirían: «Nosotros también». «De acuerdo —respondería el fabricante—, en ese caso probaré con vosotros. ¿Cuántas horas queréis trabajar al día?». «Diez horas», diría uno. «Doce», diría el segundo, para no perder aquella oportunidad. «Yo puedo trabajar dieciséis», exclamaría el tercero. Al fin y al cabo, les iba la vida en ello. «Bien», diría el fabricante, «en tal caso, me quedo contigo. Pero, ¿qué hará mi máquina mientras tú duermes? ¡No necesita dormir!». «Puedo mandar a mi hijo de diez años», diría el tejedor desesperado. «¿Y qué he de darle?». «Dale un par de monedas para pan con mantequilla». «La mantequilla sobra», diría, quizá, el fabricante. Y así se cerraba el negocio. Pero los otros 95 tejedores en paro tendrían que morir de hambre o procurar que los aceptaran en otra fábrica.
No creas que todos los fabricantes eran, en realidad, tipos tan malos como te lo he descrito aquí. Pero el más malvado y que pagara menos podía vender más barato que nadie y tenía, por tanto, el mayor éxito. Así pues, los demás se veían obligados a tratar a los trabajadores de manera similar, contra su conciencia y su compasión.
La gente estaba desesperada. ¿Para qué aprender, para qué esforzarse en realizar un bello y delicado trabajo manual? La máquina hacía lo mismo en una centésima de tiempo y, a menudo, de manera más regular y cien veces más barata. Así, antiguos tejedores, herreros, hilanderos y carpinteros caían en una miseria cada vez mayor e iban de fábrica en fábrica con la esperanza de que les permitieran trabajar en ellas por unos céntimos.

El primer gesto de protesta de los trabajadores se dirigió contra la innovación tecnológica: se atacaron fábricas y se destruyeron máquinas. No obstante, el ludismo (pues ese era el nombre de esta corriente) tuvo una corta vida: pronto se hizo evidente que la industria creaba más puestos de trabajo de los que eliminaba.

Una segunda reacción consistió en la formación de sindicatos, organizaciones de obreros que intentaban negociar los salarios y las condiciones laborales, utilizando como arma principal las huelgas: interrupciones colectivas de la actividad laboral de los trabajadores. La burguesía aprovechó el poder que había adquirido en las revoluciones liberales para ilegalizar estas asociaciones y actuar policialmente contra las huelgas.

La reacción tercera fue la aparición, promulgación y divulgación del socialismo, ideología que defendía una economía basada en la propiedad y administración colectiva o estatal de los medios de producción y la distribución de los bienes.

Después de los primeros pensadores socialistas llegó el socialismo de Marx y Engels. Ambos autores publicaron en 1848 un libro titulado Manifiesto Comunista. En él explicaban que en todas las sociedades pasadas y presentes había habido y había una clase oprimida y otra opresora. De esta forma, definían la historia como una sucesión de conflictos sociales, una lucha continuada entre clases antagónicas. Afirmaban que el proletariado había de poner fin a ese largo proceso histórico e inauguraría una sociedad sin clases. Marx y Engels predecían que los obreros  tomarían conciencia de que eran explotados y se organizarían para tomar el poder, protagonizando una revolución. Una vez en el poder, habrían de desmantelar el capitalismo y así alcanzar la sociedad comunista.

Esta sociedad ideal se organizaría de tal modo que todo el mundo tuviese trabajo y vivienda, y recibiese bienes y alimentos en función de sus necesidades. De esta forma, tanto el trabajo como el producto del mismo quedarían repartidos de forma equitativa entre la población. No habría desigualdad.

La diferencia es notable: en el modelo capitalista, el burgués dueño de una fábrica se hace con una parte importante de la riqueza que los obreros que hay en ella generan con su trabajo. En cambio, al eliminar a la burguesía como clase social y establecer la propiedad colectiva de los medios de producción, toda la riqueza generada por los trabajadores quedaría repartida entre ellos, sin que nadie les pudiese arrebatar una fracción  de la misma por el mero hecho de ser el propietario.

El anarquismo, por otra parte, rechazaba toda forma de autoridad. Aunque el pensamiento anarquista es muy heterogéneo, en líneas generales se podría decir que los anarquistas consideraban que se había de producir una gran huelga general revolucionaria que destruyese el estado. Hecho esto, la sociedad había de organizarse en comunas: uniones libres, voluntarias y solidarias de personas que cooperan entre sí para satisfacer conjuntamente las necesidades de todos. En estas comunas, que podrían federarse para colaborar entre sí y compartir recursos,  también existiría la propiedad colectiva de los medios de producción.



lunes, 3 de septiembre de 2018

La sociedad de clases y el capitalismo

Las transformaciones políticas producidas entre finales del siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX llevaron, junto a la Revolución Industrial, a la aparición de un nuevo modelo de sociedad: la sociedad de clases.

Se trata de una sociedad dividida en clases dinámicas y definidas según criterios fundamentalmente económicos. En el siglo XIX, las dos clases protagonistas eran la burguesía y el proletariado.

La burguesía estaba constituida por los dueños de las empresas y de los medios de producción. Se trataba de una clase social competitiva, emprendedora y dinámica. Sus miembros estaban en constante lucha por ascender y mantener su puesto en la escala social, y gozaban de una buena calidad de vida.


Por otra parte, el proletariado estaba formado por los trabajadores de las fábricas, minas, astilleros, fundiciones... Eran explotados por la burguesía: sus condiciones laborales eran degradantes y peligrosas y cobraban salarios mínimos. Esto último hacía que, a menudo, toda la familia tuviese que trabajar para mantenerse; por lo que, con frecuencia, la vida laboral de los miembros de la clase trabajadora comenzaba en la infancia. El trabajo infantil en minas y fabricas estaba ampliamente extendido.

Además, los reducidos  salarios confinaban a las familias obreras en viviendas de escasas proporciones y pobre construcción que se amontonaban en zonas suburbanas.


Por otra parte, las mencionadas transformaciones también llevaron a la aparición de un nuevo sistema económico: el capitalismo, basado en la propiedad privada de los medios de producción y el libre mercado. En este modelo, la intervención del Estado en la economía es mínima y el mercado se autorregula por la libre interacción de miles y miles de agentes económicos.

Ciencia y religión

La Iglesia fue, durante los casi diez siglos que duró la Edad Media, una de las organizaciones más poderosas de Europa. Sus miembros (si bi...